Han pasado dos días y este
año que se teje de misterio, me abre las puertas de tu casa. Mi refugio anual a
mis miedos, a lo que se debe ser… a lo que todos quieren ser. Pero dejemos la
ropa en suelo y hablemos mirándonos a los ojos, desnudemos nuestras miradas y
seamos honestos. No soy un chico escondido en un ropero temeroso de salir, la
luz no me molesta y aunque no lo creas la oscuridad ya no me atormenta. Me
siento fuerte… sé que ha pasado el tiempo y que he sido yo el que no quiere sacar
el tema del ropero, pero hay veces en las que me pregunto ¿será necesario? ¿Cambiará
algo entre nosotros? Y entre más lo guardo más secreto meto en el ropero y temo
que un día al abrir la puerta caigan todos de golpe y te terminen lastimando
más que si los sacaras de a uno. Como siempre estoy aquí a kilómetros de
distancia escribiéndote esta carta un tanto extraña, salida de la televisión y
de los frutos de mi imaginación, hace mucho tiempo que mis dedos no danzaban en
tu pensamiento y es que siento que llegó la hora de decirnos la verdad. No
quiero ser yo el que piense hablar, pues cuando lo pienso las palabras salen
huyendo, me ignoran por completo y no tengo la fuerza de decirte, tenemos que
hablar. A lo mejor y no es necesario y estoy aquí perdiendo el tiempo sin tener
algo real que decirte, pero tú, en tu magia infinita me tienes aquí tratando de
decir algo de lo que no estoy seguro, algo que nunca he preparado y de pronto
así, sin más. Después de un día extraño quiere salir arrancando de mi pecho
como un niño hacia la fábrica de dulces. Por favor, no me mires como esperando
que diga la palabra, anda ve al ropero y toma de las cajas, en ella se esconde
un secreto. Cuando la habrás sabremos si es tuyo o es mío. Necesito que ese
ropero quede vacio, temo por tu corazón se vea lastimado por la cantidad de
cajas en su interior. Anda, di algo. Sabes que hablar no es mi fuerte, apenas
aguanto las lagrimas en mis ojos. Y las ganas de salir corriendo están
golpeando la puerta, di algo. El tiempo está por llegar y pondrá en el ropero
aún más secretos. Tú callada sin decir nada, te levantas abres la puerta y dándome
un abrazo me acompañas al patio. El ropero está hecho para guardar secretos y
entre tú y yo no hay nada que decir.
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